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Archipielago # 3

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Archipiélago, parte 3

Vigo se acercó a la puerta de la cabaña de almacenaje y notó que tenía un candado, cuestión que resolvió en un pestañeo cortando la puerta en varios trozos con su espada.
—No está mal —dijo Vigo al entrar al oscuro almacén y ver las cajas que estaban dentro—. Vamos a abrirlas.
Méndez desenvainó su espada y cortó la tapa de una caja con fuerza, revelando el contenido de ésta.
—Esto servirá por unas semanas.
Vigo a su vez revelaba el contenido de las cajas de la misma manera en la que Méndez lo había hecho.
—¿Y las especias? —inquirió Vigo mientras sacaba fruta de una de las cajas con impaciencia.
—Bueno. —Tomó Méndez una toronja de la caja que había abierto y le dio una mordida—. Creo que no era el premio mayor después de todo.
Vigo gruñó y empezó a husmear en las demás cajas, encontrando más de lo mismo.
—No, se los prometimos, esto no va a cambiar nada. —Se cubrió Vigo el rostro con decepción.
—¿De que hablas? Con esto podremos alimentar a muchas familias, incluso hacer sembradíos —propuso Méndez.
Vigo negó con la cabeza.
—¡No quiero sembradíos, quiero dinero, especias, ahí está el dinero y ahora me doy cuenta de que Robles solo robó pura basura! —Vigo pateó una de las cajas que tenía a un lado.
Méndez arqueó una ceja y se le acercó.
—Oye, tranquilizate, ¿si? —Puso una mano sobre su hombro—.  A veces no puedes ayudar a todos.
Vigo suspiró.
—Lo sé, pero Brumas necesita toda mi ayuda y no he logrado más que fracasos —dijo Vigo.
—Oye. —Méndez se le puso en frente y lo vio directo a los ojos—. Estamos juntos en esto, ¿recuerdas?
Vigo apartó la mirada, después la vio de nueva cuenta y asintió secamente.
—Si, creo que si.
Méndez esbozó una sonrisa.
—Por ahora, está bien ayudar a quienes podamos.
Vigo volvió a asentir, cabizbajo y con pocas señales de convencimiento en sus ojos.
Mientras tanto, Zaguán y Garduño se escondían de los guardias detrás de un grupo de palmeras.
—¿Crees que sospechen que estamos aquí? —inquirió Garduño.
—Oh, no lo sé, ¿Qué pensarías si una explosión destruyera la mitad de la casa de tu jefe así de la nada? —contestó Zaguán sarcásticamente.
—Entiendo, ¿y que hacemos? —preguntó Garduño.
Escucharon ambos pasos detrás de ellos, voltearon y eran dos de los guardias que habían visto, sosteniendo sus espadas listos para atacar.
—El de la izquierda es mío. —Zaguán desenvainó su espada creando alerta en el guardia quién anticipó el ataque y chocó su espada contra la suya.
Garduño miraba aterrado los ojos de advertencia del otro guardia.
—¿Alguna vez has considerado la diplomacia? Escuché que ha funcionado bien en algunas islas cercanas tal vez podrían emplear ese sist… —El guardia había hecho un movimiento brusco y repentino hacia él con su espada y los ocultos reflejos de Garduño lo ayudaron a ondear la punta de su espada hacia adelante. Sus piernas temblaban ante la posibilidad de una muerte rápida y deshonrosa, pero empezó a abrir un párpado lentamente. Jadeó al ver lo que había logrado. El guardia lo miraba con ojos de derrota y de repente abrió la mano y cayó su espada incrustándose en la tierra, Garduño miró abajo y vio que le había enterrado el filo de su espada en un costado—. ¡Lo siento! Digo, ¡toma eso! Es decir, en realidad no quería… —Vio como el guardia puso los ojos en blanco y cayó sobre su espalda tras un quejido.
Zaguán y el guardia impactaban el metal de sus espadas continuamente, saltó ante un ataque que iba hacia sus piernas, puso su espada en posición vertical cuando el guardia ondeó la espada hacia la derecha, Zaguán sostuvo la fuerza que el guardia empleaba hacia adelante y tras un jadeo pudo empujar al guardia y desequilibrarlo, después no dudo en hacerle una larga herida en ambas piernas para inmovilizarlo, el guardia cayó al suelo gimiendo de dolor.
—Eso te enseñará —dijo Zaguán al colgar su espada en el cinturón—. Garduño. —Volteó atrás y vio con alivio a su compañero temblando frente al quejoso guardia bajo sus pies.
»Oye, ¡bien hecho, novato! —dijo Zaguán poniendo su pulgar arriba.
Garduño asintió lentamente con la mirada fija en la roja punta de su espada.
—Gracias.
Zaguán se le acercó y le dio una palmada en el hombro, mirando también al guardia.
—No te preocupes, seguro estará bien.
Méndez y Vigo habían apilado varias cajas de diversos tamaños afuera del almacén en dos montones, después cada uno cargó un montón.
—Ahora hay que ir a buscar a Zaguán y al chico —dijo Vigo con esfuerzo mientras se apartaban del almacén con la carga de las cajas sobre sus brazos.
—¿No pueden ellos solos? —cuestionó Méndez.
—Zaguán, tal vez, pero el chico aún está muy verde, tal vez cometí un error al contratarlo —respondió Vigo.
Cruzaron de nueva cuenta por el mismo camino de piedras sobre el riachuelo con el que se habían topado anteriormente.
—Por eso está con nosotros, para aprender, he visto que te admira mucho. —Méndez evitaba con pasos cuidadosos las piedras con las que ocasionalmente se encontraba en su andar.
Vigo río engreídamente.
—Si, suelo causar ese tipo de reacciones. —Paró la oreja al escuchar rápidos pasos, de repente una palmera cayó frente a ellos frenando su andar.
—¡No te saldrás con la tuya! ¡Maldito ladrón! —exclamó Robles, un león que tenía el mismo tatuaje que Vigo en el hombro,  usaba pantalones blancos y empuñaba dos espadas, con una de las cuales había cortado el árbol que se les había atravesado.
—¡Vigo, ya viene…—advirtió parcialmente Garduño al llegar con Zaguán—. Oh —expresó Garduño.
Vigo y Méndez bajaron las cajas cuidadosamente.
—Zaguán, Garduño, lleven las cajas a la barca. —Desenvainó Vigo su espada—. Nosotros nos encargaremos.
—Por mi está bien —dijo Garduño y tomó con quejidos de esfuerzo las cajas, caso contrario con Zaguán, quien las tomó sin hacer mayor esfuerzo. Ambos obedecieron a Vigo y se fueron con las cajas.
—Es increíble, después de todo lo que te di, todo lo que te enseñé, ¿así es como me lo pagas? —Se le acercó Robles a ambos apuntando ambos filos de sus espadas hacia ellos.
—Los tiempos cambian, Robles —contestó Vigo.
Robles asintió con seriedad.
—Al parecer también las personas. —Corrió en posición de ataque hacia Méndez y Vigo, quienes se coordinaron para ir cada uno contra una espada, Méndez bloqueó el primer impacto después Vigo ladeó su espada e interceptó un impacto en picada, evadió Méndez un ataque inclinándose hacia atrás levemente. Vigo se agachó para librar el filo de su espada de la fuerza que ejercía robles sobre ésta, después le hizo un corte en la pierna, haciéndole perder el equilibrio, Méndez aprovechó eso y lo desarmó provocándole una herida en la mano, lo tomó del brazo y con su peso lo tiró al suelo, quejándose Robles del dolor.
Vigo le pisó la mano que aún empuñaba una espada fuertemente y la soltó de inmediato.
—Tienes razón Robles. —Vigo se agachó y tomó la espada del derrotado hombre—. Las personas si cambian. —Se alejaron él y Méndez del lugar, dejando a Robles quejándose en el suelo.
Llegaron al sitio dónde habían dejado la barca, Zaguán y Garduño habían subido ya toda la carga sobre ésta. Zaguán ayudo a Vigo a subirse a la barca y Garduño le dio una mano a Méndez. Con todos arriba, en seguida  se pusieron a remar Zaguán y Garduño para alejarse de la isla mientras Méndez movía la vela.
—Bueno, no es demasiado, chicos, pero seguiremos buscando, de todas formas, hoy hicieron un buen trabajo. —Fue Vigo por un pequeño cofre rojo que tenía escondido en una zona baja de la barca y después se los mostró postrándose en frente de ellos, abrió la tapa y las miradas del equipo mostraron inmediata felicidad. En el cofre había cuatro botellas de cerveza, Vigo tomó la suya desde donde estaba y los demás se le acercaron para tomar las propias. Abrieron sus bebidas con la ayuda de la punta del filo de sus espadas y chocaron las botellas para después tomar de ellas un gran trago de victoria.
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